Inicio del movimiento

La arquitectura moderna es toda la que se produce a partir del Movimiento Moderno, fechado en Alemania en los años 20, y que luego vivirá feliz como Estilo Internacional gracias a P. Johnson y H. R. Hitchcock en los Estados Unidos hasta los años cincuenta, quizá, produciéndose luego otro montón de arquitectura moderna, gracias a los maestros emigrados y el abrazo americano, después de la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual empieza su crisis y declive que culmina con el opúsculo del postmoderno, que parecía abrir una nueva etapa o al menos cerrar una anterior.
Ahora sabemos que el postmodern fue sólo un mal sueño, una pesadilla ahora revivida en tesis doctorales que recuperan y reivindican la figura de Robert Venturi en su retiro dorado y, sobre todo, de D. Scott Brown, incluso de otro arquitecto interesante como Charles Moore, mientras intentamos pasar página con la dificultad de asociar un corto y poco brillante periodo temporal a toda una arquitectura que debía haberse construido sobre las cenizas del Movimiento Moderno, pero no lo ha hecho.
Por el contrario, las escuelas de arquitectura hasta hace muy poco han seguido enseñando a sus vástagos que Le Corbusier y Mies fueron unos héroes admirables que jamás se equivocaron y que sus epígonos aquí y allá no pudieron completar un legado, el de una arquitectura como factor condicionante del progreso social y de la educación democrática de la comunidad, aún latente, heredado y de obligado cumplimiento por las nuevas generaciones de arquitectos.
Así, mientras la historia se sigue enseñando como dogma de fe, nuestros maestros siguen en sus altares y nadie los ha hecho descender, a pesar de que Tafuri, Banham o más recientemente Tournikiotis o Vidler, hayan señalado primero a través del concepto de crítica operativa y luego admitiendo la terrible confusión entre historia, historiografía, crítica y proyecto moderno, que el Movimiento Moderno no fue siempre ingenuo y bienintencionado y que sus protagonistas no son los súper-héroes que nos mostraron los libros de edificios blancos, perfectos, sin mácula.
Se sospecha que la arquitectura moderna era eso, y queremos dejarlo atrás, pero seguimos atrapados en la modernidad, en la que vivimos desde mediados del siglo XVIII, aún apenas escapando de un modelo científico-positivista hegeliano, una revolución industrial, post-industrial y de la información, aún sin consecuencias, donde continúa la tradicional división de poderes legislativo, ejecutivo y judicial,entre otros arcanos ymemes.
La arquitectura contemporánea, mientras tanto, podría no tener estos serios problemas de indefinición ya que, historiográficamente, no existe, excepto en el presente absoluto, entendiendo por tal el momento vivido y, quizá, diez o veinte años hacia atrás, hasta el momento en que la historiografía la enmarca como historia y deja de ser contemporánea, y deja así de desinteresarse por la invención de nuevos lenguajes, el programa y la función, incluso el lugar y el valor de la construcción o la estructura -valores que Rafael Moneo señala como diferencias de la arquitectura contemporánea con respecto a la arquitectura moderna en su texto Otra modernidad- para interesarse por otros asuntos y responder así a la pregunta formulada al comienzo.

Agrego un vídeo sobre el tema.


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